Sobre ciudades sin final feliz y maldiciones de generación en generación Capitulo 2: Un pedido nada agradable
Seis y media de la noche y todavía no llegaba a su
reconfortante hogar. Eso era lo que pensaba una y otra vez un chico rubio. Con
cada pisada el hastío crecía en su pecho para luego golpearlo en sus entrañas;
se sentía tan irritable. Saco el celular de su bolsillo para leer el último
mensaje que recibió en el día por duodécima vez en treinta minutos. Espero verlos en el parque antes de las
siete. Hay un asunto importante que quiero hablar con ustedes y requiero la
presencia de los tres. Solo lleguen. Guardo su celular con rabia, la verdad
es que Héctor tenía el don de hastiarlo a los extremos. Más le valiera que
hubiera una muy buena razón para sacarlo de su rutina diaria. Pues aparte de
eso debería verle la cara a su primo menos favorito. ¿En qué momento decidió
odiar a Héctor como si se tratara de su peor enemigo? No tenía idea de ello,
pero desde que tuviera uso de razón siempre fue así y ya había decidido no
cambiarlo.
Ernesto sonrió con malicia al recordar como Kevin y él
lo hacían irritar. Ambos eran menores que el susodicho por dos años pero
dominarlo les resultaba tan fácil como si se tratara de un niño. Pero
conociendo las personalidades de los tres tampoco era difícil dilucidarlo. Las
personas cercanas a ellos solían halagar a los dos menores diciendo que era
sorprendente como dos chicos tan jóvenes podían ser tan listos, perspicaces,
despiertos y vivaces; las opiniones sobre el mayor en cambio, trataban sobre lo
lento, retraído y sumiso que solía ser a pesar de que académicamente era uno de
los cerebros más brillantes de su generación. Ernesto se sentía muy orgulloso
de sobrepasar a su primo en todo lo que se propusiera sin apenas esforzarse.
Sin embargo, abundar en esos recuerdos al final lo hacía sentir muy deprimido
porque implicaba volver a recordar a Kevin. Lo extrañaba, de eso no tenía duda.
Lo extrañaba de una forma tan atroz que no se explicaba como todavía no se decidía
a alcanzarlo al otro lado. Era consciente de que podría sonar muy homosexual de
su parte tener esa clase de pensamientos pero no le resultaba imposible llegar
a la conclusión de que él fue la persona más importante de su vida. Lo puso por
encima de sus propios padres, de su hermanita y hasta de su misma novia. Eran
como dos gotas de agua a pesar de que eran muy diferentes físicamente hablando.
Nadie en el mundo lo comprendía y le tenía tanta
paciencia como Kevin. Si Ernesto no había enloquecido aún era gracias a
Ariadne. Ella era la persona que más quería después de Kevin, a pesar de que
esta jamás podría ocupar el lugar del ya mencionado se convirtió en un pilar en
su vida. Gracias a sus consejos, compañía y comprensión es que seguía vivo.
Entre esos pensamientos el camino al parque se le hizo corto y ya había llegado
antes de darse cuenta. Efectivamente, sus tres primos ya se encontraban ahí.
El parque Kurusawa era
un lugar muy llamativo y peculiar. Adornado de temática japonesa que lo convertía
en el fetiche de todo otaku y con coloridos columpios que atraían a todos los
niños pequeños, se convirtió en el centro de reunión favorito de la gran
mayoría de los habitantes de la ciudad. ¿Por qué era así? Por el hecho de que
contrastaba con la atmosfera depresiva del resto de Buena Vista. Milagrosamente
ese día no habían muchas personas.
- -
Tan
puntual como siempre Erni. – Fue lo primero que el mencionado escucho de parte
de Héctor. Otra vez las ganas de asesinarlo lo invadieron en tiempo record.
- -
Y
tú tan imbécil y estúpido. Creo que al fin tenemos algo en común, no cambiamos
nuestras malas costumbres. En tu caso sería la idiotez. – Le respondió el menor
con fastidio.
- -
Ya
no sigas Ernesto, te he dicho que no te tomes en serio todo lo que este te
diga. – Le debatió Ariadne. La verdad no se explicaba cómo es que la quería
tanto si ella siempre defendía a su archienemigo aunque el empezara las
discusiones.
- -
Como
sea. ¿Cómo andas Francisco? No has hablado en todo el rato y eso es raro
viniendo de ti. – Dijo Ernesto con clara intención de desviar el tema para así
no disculparse. El mencionado salió de su ensimismamiento al escuchar su
nombre.
- -
No
muy bien en realidad. Esta mañana tuve otra recaída. – Respondió el ojimiel con
cansancio. Sus acompañantes se sorprendieron al escucharlo decir aquello pues
nunca solía hablar del tema, al contrario, lo negaba hasta lo último. Pero al
final los tres llegaron a la misma conclusión: el hecho de que lo mencionara
con molestia en vez de romper a llorar como ya había sucedido en otras ocasiones
significaba un gran progreso de su parte.
- -
Ummmm
bueno Pancho, no sé qué decirte respecto a ello. Pero dejando eso de lado los
llame para hablarles de un asunto que nos involucra a los cuatro. –Dijo Héctor
adoptando una expresión facial seria.
- Con
complejo de soy el mas maduro de todos, como siempre. – Fue el pensamiento del rubio menor pero se contuvo
de emitir un comentario.
- -
Primero
que nada quiero empezar con una simple pregunta. ¿No están cansados de llevar
el tipo de vida que tienen? – Héctor soltó esa pregunta sin ningún tipo de
tacto y tampoco le importaba hacerlo. Pudo notar como todos se tensaron al
instante.
- -
¿A
qué viene esa pregunta? – Le pregunto Ariadne mientras se abrazaba a sí misma.
El reconoció ese gesto como el que ella siempre hacia cuando algo le
incomodaba. La conocía demasiado bien.
- -
Prometo
que lo sabrán después que me contesten con sinceridad. Jamás haría una pregunta
así con la intención de hacerlos sentir mal. – Intento calmarlos con esas
acogedoras palabras. Segundos después noto como Francisco exhalaba aire.
- -
Pues
la verdad es que yo cada día deseo nunca haber nacido. O tal vez vivir en otro
continente lejos de este, yo que sé. Aunque creo que en el fondo lo que quiero
es tener la fortaleza de afrontar este maldito trauma que he cargado por años.
Odio ser tan débil, odio no preocuparme solo por cual ropa usare mañana y odio
no llevar una vida como la de cualquier imbécil de nuestra edad. Pero sobretodo
me odio a mí, por no defenderme de ese asqueroso enfermo que se llevó la
persona que alguna vez fui. – Francisco termino ese discurso como si desde hacía
mucho esperara liberarse de esa carga. Él era un chico de mirada triste, rubio
al igual que sus primos, alto, ojos color miel y delgadez extrema. Pudo haber
sido un chico guapo como el resto de sus primos si no fuera por el hecho de que
su trastorno mental también afectaba su estado físico. Todos lo miraron con
lastima, pero ninguno hallaba alguna palabra de consuelo para él.
- -
Yo
puedo hablar en nombre de todos que ya estamos hartos de nuestras respectivas
situaciones, pero tampoco podemos hacer mucho. – Prosiguió Ariadne en un explícito
intento de concluir ese tema de conversación.
- -
Solo
quiero que piensen y analicen lo que nos sucede desde hace años. –Exigió Héctor
- ¿No creen que no es normal que absolutamente todos en nuestra familia tengan
algun tipo de trastorno mental? Y para hacer el asunto mas complejo; ¿Por qué
en contraste a ello tenemos cerebros tan brillantes? Todo el mundo sabe que los
Saavedra son las personas más inteligentes y talentosas aquí y en cualquier
lugar que estemos. Podemos ser los reyes del mundo si nos diera la gana, pero
no, lamentablemente nuestros problemas personales nos lo impiden. No sé
ustedes, pero yo pienso que esto no es normal.
- -
¿Y
qué quieres que hagamos, Hec? ¿Quejarnos de lo mal que nos ha tratado el
destino? – Interrumpió Ernesto con ironía en su voz.
- -
Déjame
terminar. Si les recalco que esto es importante es porque no fuimos los únicos
afectados aquí. También se trata de Kevin. – Al mencionar el nombre del difunto
los tres reaccionaron cada uno a su manera. Ernesto apretó sus puños con rabia,
Ariadne palideció tanto que casi parecía como si hubiera enfermado y Francisco soltó
unas lágrimas que limpio al instante. Definitivamente Héctor no tenía
delicadeza al hablar.
- -
Kevin
está muerto. No lo metas en esta situación. – Replico Francisco sin controlar
sus sollozos.
- -
¿Es
que acaso no entienden lo que intento decir! –Ya en ese punto Héctor perdió la
paciencia- ¿Tengo que ser así o más directo! ¡Usen sus supuestos superdotados cerebros
por una vez en sus vidas! ¿No les parece extraño que quien murió fue él? Pudo
haber sido cualquiera de nosotros pero no fue así. Él era el perfecto, él era
la única esperanza en esta mierda de familia pero el muy pendejo tuvo que morir
antes de los dieciocho.
-
Te
estás pasando Héctor, no permitiré que hables de esa forma sobre Kevin. – Dijo
Francisco con voz casi de ultratumba.- Tu sabes que no fue casualidad que quien
muriera fuera él. El mismo cavo su tumba.
- -
¡Maldita
sea el carajo Pancho! ¿Eres bruto o te haces! ¡Lo que intento decir es que su
muerte no fue a causa de suicidio como nos han hecho creer! – Héctor respiro al
terminar de hablar como si hubiera corrido en un maratón. Mientras tanto,
Pancho y Ari quedaron en estado de shock ante esa declaración. No así Ernesto,
ni siquiera se inmuto.
- -
Héctor,
ya yo llegue a esa conclusión hace mucho tiempo. –Dijo Ernesto luego de un
largo silencio.- Recuerda que conocí a Kevin más de lo que lo hicieron ustedes.
Pero, ¿Qué puedo hacer? No hay suficientes pruebas que indiquen lo contrario.
- -
Yo
creo que lo mataron Erni, creo que Kevin fue asesinado. – Héctor dijo eso ultimo
casi inaudible y con pesar. Ya para ese momento parecía como si la conversación
fuera solo entre Hector y Ernesto; Francisco y Ariadne seguían en estado
catatónico ante las palabras de sus primos.
- -
¿Y
porque alguien haría algo asi? Kevin era el perfecto.
- -
Por
esa misma razón, Er. Tal vez era una amenaza para alguien o algo. Sabes que
todos depositamos nuestras esperanzas en que Kevin sacaría adelante el apellido
Saavedra, hasta que murió. Parece como si la vida misma se encargara de que no
tengamos la mínima oportunidad de progresar.
- -
¿Y
a quien culparas de eso? ¿A alguien que nos lanzó un hechizo? – Ernesto intento
bromear con ello pero a duras penas pudo.
- -
No
me resultaría demasiado absurdo. – Héctor recupero la compostura.
- -
¿Qué
quieres decir con eso?
- -
Piénsalo
de esta forma; mientras sigamos siendo así de patéticos no supondremos una
amenaza para nadie por mas intelectuales que seamos. Sin embargo, había que
eliminar a aquel que sí lo era, en este caso Kevin.
- -
¿Y
sabes quién pudo haberlo hecho? – Pregunto Francisco luego de recuperarse de la
sorpresa que le causo la noticia.
- -
No,
pero esa es la idea. Creo que si investigamos la muerte de Kevin de una vez
podremos descubrir que es lo que sucede con nosotros. Por eso es que los reuní
hoy. – Contesto Héctor decidido.
- -
Yo
si se lo que sucede conmigo. Un psicópata me secuestro y torturo, y no hizo
falta que me lanzaran una maldición para que pasara. Ahora estoy viviendo el
efecto de ese fatídico trauma. Si me permiten debo irme, dentro de una hora tendré
una sesión con mi loquero. – No hubo rabia ni resentimiento en la voz de
Francisco el decir eso, solo resignación y tristeza.
El chico alto se marchó en silencio del parque. Héctor
iba a detenerlo pero Ariadne al ver las intenciones de su primo le dijo en
silencio que era mejor así, este la obedeció.
- -
Hector,
esto me resulta muy complicado. Ya he sufrido mucho como para volver a
revivirlo otra vez. – Dijo Ariadne luego de un largo silencio en un intento de
controlar las lágrimas.
- -
Lo
se Ari, y no te obligare a que me ayudes, ni a ti ni a Pancho. Pero les aviso
que con ustedes o sin ustedes igual pienso investigarlo. – Ernesto permaneció
callado ante las palabras del mayor, el aun no decidía que hacer.
- -
Solo
dame tiempo para aclarar que debo hacer. Ahora si me disculpas yo también debo
irme, dentro de un rato saldré con Jhon. – Ari hizo el acto de marcharse.
- -
¿Quién
es Jhon? – Pregunto Ernesto sin poder aguantar la curiosidad.
- -
Mi
novio de turno. – Una efímera sonrisa lujuriosa adorno el bello rostro de
Ariadne.
Esta se fue dejando a los dos chicos solos. Uno de
ellos reflexionaba sobre lo anterior dicho de su acompañante. El otro olvido
todo lo ya dicho ante las palabras de su amada. ¿Cuántas veces la había visto
alejándose para entregarse a los brazos de un hombre diferente? Fueron un
sinfín de ocasiones. Y a pesar del tiempo que pasaba en vez de acostumbrarse a
ello el dolor en su corazón se acrecentaba. Si tan solo Ariadne fuera feliz
haciendo ese tipo de actos tal vez no lo lastimaría, pero ese no era el caso,
todos sabían lo miserable que ella se sentía. Y así paso la tarde dando paso al
anochecer. Con dos jóvenes mirando el horizonte brindándose compañía sin
necesidad de palabras.
Fin del capitulo 2
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