Sobre ciudades sin final feliz y maldiciones de generacion en generacion. Prologo: Mi ultima caida al abismo

Esta sera la primera historia larga que publicare en esta pagina y espero que no sea la ultima. Esta introduccion es muy corta y apenas es una cuarta parte de lo que viene, pero aun asi el acontecimiento que se narrara a continuacion es muy importante para la trama. Sin mas que decir espero que les guste.
  


Sobre ciudades sin final feliz y maldiciones de generación en generación

Prologo: Mi ultima caida al abismo 

Lo más que me gusta de despertar antes de lo usual es quedarme minutos, tal vez horas, observando el amanecer que se cuela por mi ventana. En realidad, el cielo es lo menos que miro; desde donde duermo alcanzo a ver decenas de edificios gracias a que resido en el centro de la ciudad. Imaginar historias es mi recurso para olvidar la mía propia y eso lo consigo la mayoría de las veces al mirar los lugares en donde probablemente vivan personas. Preguntas como: ¿cuántas personas existirán por cada habitación que alcanzo a ver? ¿Habrá alguien allá afuera esperando por mí? ¿Alguno de ellos sobrelleva una carga peor que la mía?; las formulo a diario y me ayudan a despejar la mente de todo aquello que me perturba. Nadie conoce esa parte de mi rutina diaria, prefiero reservármela. No me creerían si digo que hago algo tan… reflexivo.

El reloj indica que ya son las siete y media de la mañana. Me extraño al darme cuenta que mi hermana  no ha irrumpido a mi cuarto a apresurarme para ir a la escuela. A pesar de que desperté hace mucho estuve minutos de sobra distraída sin percatarme que el tiempo siguió su curso. Ahora por mi irresponsabilidad llegare tarde, aunque parte de la culpa la tiene Laura por acostumbrarme a ser ella la encargada de mi primera tarea matutina y olvidarlo el día de hoy. A alguien tengo que culpar, ¿no? Pongo un pie en el piso con parsimonia para luego poner el otro, pero no cuento con que al dar un par de pasos una fuerte punzada en el abdomen me hace doblar del dolor. La punzada no se va sino que se transforma en un incesante dolor peor que si me golpearan. Creí que era algo que ya tenía controlado pero me resulta tan insoportable que quedo de rodillas en el piso mientras muerdo mis labios para no gritar y retengo las lágrimas que luchan por salir. El dolor no se conforma con atacar mi estómago sin piedad sino que siento como se va expandiendo hasta llegar a mi útero. Luego de minutos de incesante molestia abdominal siento como mis músculos se relajan al bajar la intensidad del dolor, duro muy poco. Ya calmada me levanto pero la inquietud y la ansiedad se hacen presentes en mi ser sin saber porque. ¿Cuándo fue la última vez que sentí algo similar? Como si me tiraran un balde de agua fría recuerdo con exactitud la última vez que casi agonice de dolor y la razón de ello. Lo recuerdo todo muy bien, sería imposible olvidarlo. Ese fue el peor día de mi vida, el día que una parte de mi murió para siempre. Esto no puede estar pasando de nuevo, no quiero aceptar que así sea pero es tan parecido a aquella vez, además, este mismo sentimiento de angustia sin razón aparente me ataca de la misma forma.

 Ya no me pongo a razonar sobre mis pensamientos sino que salgo de mi cuarto casi corriendo hasta llegar a la cocina. Toda mi familia se encuentra ahí, y con toda me refiero a mis padres junto con tres de mis seis hermanos mayores. Pero lo preocupante es el semblante triste de todos ellos.

-          ¿Alguien puede decirme por qué tienen cara de funeral? ¿O acaso tendré que deducir por mi cuenta? ¿Eso explica que Laura no haya venido a molestar desde temprano y que por su culpa llegare tarde a clases? – Me estoy comportando grosera sin motivo, lo sé muy bien. Pero esta inquietud que no puedo explicar con palabras me carcome y mi único escape es desahogarme con ira. En realidad no sé por qué estoy tan exaltada, tal vez porque siento que algo malo se avecina.

-          Ariadne, lo mejor será que hablemos en un lugar más privado, te lo explicare todo. -  Mi madre me hablo con toda la calma que pudo para luego tomarme del brazo e intentar llevarme a no sé dónde.

-          ¡Nada de eso! ¡Exijo que me lo digan ahora! – Grito zafándome del brazo de mi madre. La adrenalina del momento hace que ignore el dolor estomacal que vuelve a aparecer en mi cuerpo con la misma intensidad de hace un rato. Veo que mi mamá hace un intercambio de miradas con Rodrigo, el sexto de mis hermanos, y seguido él se para frente a mí con lágrimas en los ojos.

-          Ari, odio tener que decirte esto. – Su voz se quebró y tuve que esperar paciente a que volviera a hablar. – Encontraron muerto a Kevin hace unas horas, se cree que fue suicidio.   

Todo se nubla ante mis ojos y lo único que escucho son las voces de mis familiares pero tan lejanas que apenas entiendo lo que dicen. Una vez más funciono, este maldito don que siempre he tenido para presentir acontecimientos de tal magnitud funciono una vez más.

Sobre ciudades sin final feliz y maldiciones de generación en generación

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