"C" es por Cine

Llevábamos mucho tiempo sin tener una salida amistosa. Por eso, cuando Leroy llegó a mi casa agitando algunos dólares con su mano de un lado a otro, salté de alegría junto a él. Ya montados en nuestras bicicletas, hicimos tres paradas antes de llegar al parque. En nuestro destino final sumamos a cinco adolescentes, dos varones y tres chicas. La pandilla inseparable. Como ya era rutina, les jugamos bromas pesadas a los pocos niños que quedaban hasta que se hartaron y se fueron. Nos sentíamos dueños de esa mediana porción de territorio.

Era otoño y la imagen más vívida que tengo de ese día es la del cabello naranja de Dana moviéndose al viento y combinando con las hojas que se desprendían de los árboles. Fue junto a ella que subí a la rueda mientras Alexander hacía dar vueltas el artefacto. Todo esto antes de que mi amiga me empujara y cayera de cara al piso. Gané un labio roto y las risas burlonas de mis acompañantes. En ese instante era incapaz de saberlo, pero ese sería el día en que el mundo tal como lo conocía, cambiaría para siempre.

Cuando una madre es víctima del comportamiento errático de su hijo infante, tendrá que indagar no solo en la atmósfera de misticismo que la envuelve, sino también en su propia insanidad mental.

“Predecible, aburrida y monótona”. Esos fueron los adjetivos que mejor se me ocurrieron para la sinopsis de Purgatoire, una película de horror francesa que estrenaba en el cine de mi ciudad. Mis amigos insistían en finalizar nuestra salida yendo a verla. A mí me parecía que no valdría la pena y terminaría siendo un gasto de dinero innecesario. Aunque pensando ahora detenidamente, lo que sentía era una incomodidad de la que no conocía motivo alguno. En fin, eran cuatro contra una así que no tuve más remedio que ir con ellos.

- Escuche que esta película tiene a toda Europa y América cagando del miedo. Una tipa en Alemania se suicidó noches después de verla porque no pudo aguantar las pesadillas. - Me dijo Alicia, mi mejor amiga, mientras nos sentábamos en las butacas y esperábamos a que los demás llegaran con popcorn y refrescos.
- Estás pendeja si crees que me vas a asustar con eso. Me parece la razón más estúpida para suicidarse.
- Nada más decía, tampoco te desquites conmigo.

No le contesté nada más, no tenía muchas ganas de conversar y al parecer ella tampoco.
Estuvimos en silencio hasta que llegaron los demás, aunque hablamos puras banalidades. Ya para cuando comenzó la película había bajado guardia, aunque lo cierto es que toda la alerta posible nunca me hubiera preparado para lo que vi. Describir minuciosamente los detalles del fatídico filme no es el propósito de mi relato. Lo que viví durante esos 102 minutos  fue la síntesis de una experiencia mística; no puedo describirla en palabras porque dejaría de ser lo que es. En vez de eso, puedo detallarles las sensaciones que me embargaron y el comportamiento de mis compañeros.

Durante los primeros 15 minutos agradecí que imperara el silencio en la sala. Era extraño, porque con tanta audiencia lo típico era que al menos un insolente buscara llamar la atención haciendo ruido. Aun así, concluí que la buena suerte estaba de mi lado esa noche. Pero esa creencia fue desapareciendo mientras de una escena a otra, todo se iba tornando más grotesco. Las manos comenzaban a picarme, jadeos luchaban por salir de mi garganta y el deseo de salir corriendo era cada vez mayor. No obstante, me frenaba el orgullo y el temor a quedar como una cobarde frente a mis bravucones amigos. Los observé de reojo y como ya imaginaba, estaban absortos en la trama. Eso fue razón suficiente para volver mi vista a la pantalla y obligarme a ver el resto de la película.   

Sin embargo, no pude mantener mi resolución por mucho tiempo porque lo que transcurría frente a mis ojos era tan abominable, inhumano y repulsivo. Con gemidos pequeños les pedía a mis amigos que nos largáramos, que ya no soportaba estar ahí. Pero ellos o no me escuchaban o me ignoraban. No tardé en darme cuenta que no eran los únicos ajenos a lo demás, el resto de las personas ignoraba mis súplicas. Al darme cuenta de ello perdí el decoro y comencé a gritar. No recuerdo cuáles fueron las palabras exactas que usé, pero aún con todo el ruido que hacía nadie parecía darse cuenta. La desesperación alcanzó el punto más alto, mi presión aumentó, mi respiración se cortó y todo se nubló frente a mis ojos antes de caer al piso inconsciente.

La potente luz del sol que entraba por la ventana señalaba que debía ser mediodía. No recordaba haber llegado a mi cuarto, pero estaba arropada y en pijama. Justo cuando me preparaba para salir, mi celular comienza a vibrar indicando que había entrado un mensaje. Era de mi mamá.

Claudia, te dejé desayuno preparado. Anoche tus amigos te trajeron cargándote, de seguro no lo recuerdas. Estabas tan profundamente dormida que no quise despertarte. Tu papá y yo salimos al cine a ver la película que viste ayer. He leído tantas críticas positivas que no aguanté la espera. Te veo a la tarde bebé.

En un principio, mi reacción al leer el mensaje fue la de salir corriendo y sacar a mis papás de ahí a la fuerza. Pero eso suponía tener que pasar por el suplicio de volver a ver esas horribles imágenes y eso pudo más que evitar un trauma o algo peor a mis padres. Tal vez fue estúpido de mi parte, pero me quedé agazapada en un rincón llorando. Tenía el presentimiento (o más bien una completa seguridad) de que esa maldita película desencadenaría eventos fatales.

Y así fue.

Unas horas más tarde llegaron mis amigos. Pero mi confusión fue enorme al notar que seguían con la misma actitud de la noche anterior. Realmente parecía que otros seres eran los que ahora ocupaban sus cuerpos.
- Volveremos al cine y tú vendrás con nosotros. - Me dijo Alexander sin la mínima muestra de emoción en su voz.
- No quiero. - Susurré muerta de miedo, con lágrimas escurriendo por mi rostro. Sin mediar palabras, Dana me tomó del brazo y haló con fuerza. Fueron varios pasos los que dimos en esa incómoda pose.
- ¡NO QUIERO! - Con ese grito pude al fin zafarme del agarre de la pelirroja. Caí al piso y retrocedí dispuesta a defenderme si me atacaban. Pero no hizo falta porque luego de unos segundos observándome, se marcharon como si nada hubiera pasado.

La negación inicial no serviría de nada porque posteriormente seguiría siendo obligada a ir al cine. Al día siguiente de la visita de mis amigos, el comportamiento de todos los ciudadanos cambió, empezando por el de mis padres. A partir de su llegada no paraban de hablar sobre la maldita película. La atención y el cariño hacia mí iba desapareciendo, incluso descuidaron otras facetas de sus vidas. En un principio se limitaron a volver al cine en sus ratos libres. Pero la obsesión escaló cuando comenzaron a faltar a sus trabajos y el dinero iba desapareciendo. Cada día tenía que resolver por mi cuenta la falta de alimentos en el hogar.

El pueblo se fue volviendo inhóspito con el pasar de los días. Ya se hacía normal que en mi escuela faltara a clases un maestro y un puñado de estudiantes. Todo iba dejando de operar poco a poco: el comercio, la educación, los servicios médicos. A este punto Purgatoire se exhibía en todas las salas de cine, siempre llenas por supuesto. A todos les fascinaba y yo era la única en aborrecerla. También había escuchado rumores de que al sobrepoblarse las salas de cine en la ciudad, muchos emigraron a otras ciudades con tal de verla. No entendía esta locura y parecía estar perdida en la más insólita de mis pesadillas. Busqué de manera incesante personas que al igual que yo, les causara pánico el filme.

Pero fue un fracaso.
     
Cada vez que tenía la oportunidad, preguntaba a quien fuera qué era lo que tanto le atraía de esa película. Pero la ambigüedad de sus respuestas me confundía todavía más. Nadie podía decir con certeza porqué les gustaba tanto, además de expresar el sentimiento de euforia que los sobrecogía durante esa hora con cuarenta minutos. Como ya mencioné anteriormente, volví a pasar por el suplicio de verla. Además de la turbación que me causaba el comportamiento de mis conciudadanos, extrañaba demasiado a mis amigos. No tenía idea de como hacían para poder gastar dinero todos los días en el cine, pero eso era lo menos importante para mi, yo solo los quería de vuelta.
Cierta tarde me desesperé y salí corriendo de la escuela al cine. Esto después de que todos mis maestros faltaran a clases. Los busqué en tres salas antes de encontrarlos en la que se hallaban. Me arrodillé frente a ellos mientras dejaba que fluyera el más amargo de mis llantos. Les pedí con voz lastimosa que volviéramos al parque, que desde que preferían ir al cine mi vida ya no tenía sentido sin ellos. Les prometí que haría cualquier cosa con tal de que volvieran a ser los mismos de siempre.  Pero en vez de dejarme seguir con mis penurias, Alexander me tomó a la fuerza y sentándome sobre él, me obligó a mantener mi vista ante el proyector. Me tenía inmovilizada con sus brazos y cada vez que intentaba cerrar los ojos sentía jalones en mis párpados de parte de Alicia, quien logró arrancar algunas de mis pestañas.

Si mi primera vez viendo Purgatoire había sido una tortura digna de la Inquisición española, esta vez me encontraba en el último círculo del infierno de Dante. Podía jurar que la secuencia de imágenes no era la misma que ya había visto.
Era peor, mucho peor.

Desee estar muerta. Le pedí al universo que me diera un final rápido y cuando concluí que este no escucharía mis súplicas, les pedí a mis “amigos” que me mataran. Pero ellos también hicieron oídos sordos. Cuando al fin aparecieron los créditos, Alexander aflojó su agarre y pude salir corriendo. No me fijé hacia dónde, solo quería estar lo más lejos posible y sin darme cuenta ya había llegado al Bosque Azul de mi ciudad. Grité hasta sentir cómo se atrofiaban mis cuerdas vocales. Aruñé mis párpados, ojos y parte de mis pómulos, pensando que de esa forma podría olvidar lo que vi. Caí de rodillas al piso lastimándome con las piedras. Proseguí con arrancar piel de mi rostro mientras golpeaba mi cabeza contra el piso. No sé cuánto tiempo estuve así. Tal vez fueron unos pocos minutos o tal vez no me golpee lo suficientemente fuerte como para caer inconsciente o algo peor.

Lo último que recuerdo es que de un momento a otro tenía la imponente figura de Dana ante mí. La observé con súplica. Esta levantó su pierna derecha en un perfecto ángulo de 90° y noté unas pequeñas cuchillas incrustadas en la suela del zapato. El movimiento coordinado que hizo con su pierna fue tan rápido que no lo pude asimilar en el momento. Solo sé que sentí un corte en el cuello y antes de dejar de respirar, percibí remordimiento en los ojos de mi amiga y asesina.

...

- Yyyyyyy, ¡corte!
Unos estruendosos aplausos resonaron en el bosque. Casi a la misma vez diferentes personas fueron saliendo de entre los árboles y arbustos. El dueño de la voz fue dónde cierta pelirroja y la abrazó amistosamente.
- Estuviste perfecta. Todo salió según lo planeado. Acabas de dar un gran paso en toda la historia del cine. Ya verás que de ahora en adelante, será un antes y un después de Purgatoire. -Dana seguía con la cabeza gacha sin emocionarse por las palabras de su director. Solo dio un largo suspiro.
- Creo que esto fue una mala idea.
El hombre resopló con molestia.
- Ya hablamos sobre eso. Yo no quería que Claudia fingiera demencia, quería que viviera la experiencia cien por ciento real.
- Lo sé. Pero ella era mi amiga…
- ¿Qué tienen en común Cannibal Holocaust, Nekromantik y Melancholie der Engel?
- Las escenas de tortura animal fueron 100% reales y a pesar de la controversia que causaron en su época, han perdurado en la historia y se han convertido en íconos dentro del cine.
- Eso, se llama arte por el arte. Valdrá la pena y al final el morbo superará la indignación por el asesinato de una nena. Las personas son así, olvidan rápido y se les pasará cuando suceda otra injusticia de la que tengan que preocuparse. Ahora ve y cámbiate de ropa, nos falta una última escena contigo.
Dana observó por última vez el cadáver de su amiga. La imagen de su rostro todavía contraído en una grotesca mueca la acompañaría por el resto de sus días. Pero no importaba, todo fuera por cumplir su sueño de ser famosa.
- Enseguida voy.

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