"A" es por Amistad


¿Alguna vez tuviste un evento en tu infancia al que no le encontraste sentido? De ser así, ¿no fue sino hasta muchos años después que la explicación te llegó sin buscarla? ¿Como un golpe? El desconocimiento te confunde, aviva la curiosidad, pero es mucho más fácil vivir así. La ignorancia te hace feliz. Yo hubiera deseado no haber evocado cierto recuerdo. Ojalá nunca hubiera terminado de unir las piezas faltantes del rompecabezas más perturbador de los que conforman mi vida.


A los siete años asistí a un campamento de verano bíblico junto a mis dos hermanos mayores. Desde el primer dia ya tenia varios motivos para odiarlo. A diferencia de los campamentos de verano anteriores a los que fui, este no era en una escuela diferente sino que era la misma a la que iba todo el año. Eso incluía tener que soportar a mis desagradables compañeros de clase en mis tan preciadas vacaciones. Ahora percibo que mi actual agnosticismo se fue forjando en esa época. Yo no tenía un interés genuino por el cristianismo. Lo aceptaba como una más de mis obligaciones, como lo era respetar a mis padres o dejar mi cama recogida cada mañana. El punto de encuentro era en la academia, ahí los líderes pasaban asistencia para luego trasladarnos a la iglesia que quedaba al frente. Teníamos misa de una hora y luego volvíamos al aula. Es necesario enfatizar que las tardes solían ser aburridas al extremo.  Los líderes no tenían experiencia en pedagogía, lo único que dominaban bien era el servicio religioso. Por eso lo unico que hacian era retenernos en un salón hasta las tres de la tarde.

Durante la hora libre yo me iba al lugar más recóndito del patio, era detrás del comedor y frente a los contenedores de basura. Justo al lado del basurero había una verja aunque era casi imperceptible por las enredaderas y árboles adyacentes que la cubrían. Ahí dibujaba, cantaba y rezaba a solas. Tal vez yo no era muy devota a la iglesia, pero me gustaba pensar que existía alguien allá arriba cuidandome. Nadie, a excepción de mis hermanos, me caía lo suficientemente bien para considerarlo mi amigo. Por eso era normal que pasara las tardes hablando sola, imaginando que una voz dulce me contestaba. Mis suplicas fueron escuchadas un dia cualquiera. Me quejaba en voz alta sobre lo bruscos que eran mis compañeros de campamento cuando escucho algo proveniente del basurero.

“A mí sí me gustaría ser tu amigo, Elena.”

La alegría que sentí al escuchar esas palabras fue enorme pero el desconcierto fue todavía mayor. Fui deprisa a los contenedores de basura, mirando el interior de cada uno de ellos pero sin encontrar al dueño de la voz. “Soy invisible, por eso no me encuentras. Y vivo aquí.” Su voz era ronca, pero tan tierna y somnifera. Me inspiraba paz y confianza. “¿Qué eres?” Pregunté con estupefacción.

Las siguientes horas en las cuales no volví a mi salon, las pasé escuchando el relato de mi nuevo amigo. Su nombre era Zafiro y vivía en una dimensión llamada Profunda Landia, en la cual existían diversos tipos de criaturas fantásticas. Ellos tenían la capacidad de viajar hasta nuestro mundo pero los seres humanos no éramos capaces de verlos, aunque sí escucharlos. Me dijo que su apariencia era parecida a la de los elefantes aunque con piel rosada y cuernos de arce. Ese día lo escuché con atención, apenas le hablé para preguntarle algunas cosas sobre su mundo. Con el pasar de los días, Zafiro se convirtió en el mejor de los oyentes. Le hablaba sobre mi familia, mis viajes en bicicleta por el barrio, mi adicción al chocolate y mi disgusto hacia el campamento bíblico.
“Esos niños son unos estúpidos que no te aprecian. Tú eres la amiga más divertida que he tenido.”
“Ellos dicen que soy una aburrida.”
“No los necesitas. Ahora me tienes a mí.”

No pasó mucho tiempo para que mis hermanos me cuestionaran sobre porqué pasaba tanto tiempo sola. Les dije la verdad, hablé sobre Zafiro y la felicidad que me causaba tenerlo de amigo. Después de un prolongado silencio, mi hermana Eunice dijo que tenía una gran imaginación. Pero Enrique concluyó que el ver televisión por tantas horas comenzaba a afectar mi cerebro. Ellos le contaron todo a nuestra mamá esa misma tarde. Por suerte lo tomó con agrado, solo me dijo que a mi edad era muy normal tener un amigo imaginario pero que debía esforzarme por socializar con otros niños. No volvió a tocar el tema; pero la frase “amigo imaginario” no dejaba de sonar en mi mente. ¿Realmente él era producto de mi imaginación? Era consciente de lo descabellado que era el relato, pero podía jurar que todo lo que me dijo era real. Sabía que si le preguntaba directamente el nunca diría que era falso. Así que debía investigarlo por mi cuenta.  

“¿Harías cualquier cosa por mi, Zafi?”

Claro que si. Lo que tu me pidas.”

Lo pensé durante unos segundos hasta que una brillante idea pasó por mi cabeza.  

“Quiero juguetes nuevos, preferiblemente Barbies. Deben estar aquí antes del mediodía.”

Me fui corriendo sin esperar su respuesta. Para cuando volví al día siguiente, habían dos cajas rosadas frente al basurero. La primera contenía una muñeca bastante tradicional: rubia, de ojos azules, con corona y vestido de princesa. La segunda era una veterinaria de rasgos asiáticos. Las sostuve entre mis brazos con fuerza y caí sentada al piso. Era feliz. Y no tanto por los regalos. Era feliz porque finalmente sentía necesidad y deseo de ser querida por alguien que no era de mi familia. Las semanas pasaron, nuestra amistad se reforzó. Pero entonces un dia (un catastrófico dia), contesté una pregunta de la peor manera que pude hacer.  

“Hay alguien a quien odias con todas tus fuerzas, Lenita?”

“Sí, a Chloe.”

No tardé ni un segundo en pensarlo. Ella era la criatura de siete años más detestable que podía existir. Ruidosa y obsesionada por ser siempre el centro de atención. Me envidiaba por tener dos hermanos atentos y amorosos que siempre me esperaban a la salida de la escuela. Mientras tanto, ella resentía ser hija única. Desde entonces buscaba la manera de superarme en cualquier aspecto, aunque eso no me importaba. Aun así, correspondía su odio con la misma intensidad.

“Creo que alguien debería darle una lección. Yo podría llevarla a Profundalandia para que nunca más te moleste.”

“¿No se te hará dificil?”

“No. Solo tengo que saber donde vive. Recuerda que somos amigos y los amigos se ayudan entre sí.”

La propuesta resultaba demasiado tentadora. Me tomó dos días decirle todo lo que sabía sobre Chloe antes de que decidiera llevársela.

“Cuando ella desaparezca de este mundo, tu y yo estaremos juntos por siempre. Nada ni nadie nos separara.”

Esas fueron las palabras que me dijo el ultimo dia en que vi a mi enemiga…

La mañana siguiente a eso no fui al campamento, tampoco la próxima ni la siguiente. Creo que la mayoría de los niños también se ausentaron. La consternación de los padres por el asesinato de una de las niñas era demasiada como para exponer a sus propios hijos. Zafiro me había mentido, no planeaba llevarse a Chloe, quería matarla. Mi amigo había cometido un pecado muy grande. Me rompía el corazón pensar en que tendría que confesar ese secreto. Pero tenía mucho miedo de irme al infierno algún día si no lo hacía. Cierto es que yo no era la más devota de las cristianas, pero le tenía suficiente respeto a mi religión como para no desobedecer alguno de sus mandamientos. Y toda mi vida escuchando cuáles son los actos que ofenden a Dios era demasiado como para proteger a mi único amigo

Todavía no terminaba de contarle todo a mis padres cuando ya estaban llamando a la policía. Fue aterrador hablar con ellos. Temía un fuerte regaño o peor aún: ser arrestada por complicidad en el crimen. Sin embargo, mientras me acercaba al final de mi historia lo que recibía eran miradas de extrema preocupación. No supe hasta dónde llegó la investigación porque esa misma tarde mi familia realizó una mudanza improvisada. Ni siquiera hubo tiempo para despedirnos de las demás personas del barrio. Cuando pregunté qué pasaría con Zafiro recibí una bofetada por parte de mi madre y entendí que ese era un tema del que no volveríamos a hablar. Al día de hoy ese ha sido el único golpe que he recibido de mi mamá.

Dejamos atrás ese pueblo en un silencio sepulcral. Yo en específico me fui con una maraña de preguntas sin respuesta. A pesar de todo, logramos tener una vida muy buena en nuestra nueva ciudad. Crecí, logré tener amigos, nunca hubo problemas familiares y académicamente no podía estar mejor. Realmente fuimos muy felices y por tal razón olvidamos poco a poco el lugar en que vivimos en un principio.   

Pero mis días de paz terminaron para siempre, porque ahora sé la espantosa verdad sobre la muerte de Chloe. Sostengo en mis manos la carta, una nauseabunda carta que narra con detalle las últimas horas de vida de la niña. Lágrimas caen como ríos por mis mejillas mientras me paro ante la tumba. El muy maldito consiguió mi dirección residencial y postal, destruyendo mi vida por completo.

¿Chloe, como yo iba a saber que todo el cuento de Profundalandia era una farsa? ¿Cómo iba a sospechar que Zafiro era uno de los líderes del campamento que se escondía minuciosamente entre la maleza? ¿Cómo podía imaginar que hablé sobre ti con un pederasta? Yo lo único que quería era que dejaras de molestarme. ¿Crees que hubiera deseado que te violara tantas veces hasta que tu cuerpo no lo resistiera más? ¿Y si te digo que yo no sabía que una vez él acabara contigo vendría por mi? ¿Me creerías? ¿De verdad piensas que hubiera deseado destruir la vida de tus padres de esa forma?

Ojalá algun dia me perdones. Aunque sé que de nada sirve porque suficiente tengo con el odio que siento hacia mí misma. Sin resultados, busco la fe que perdí en Dios. Y muy en el fondo deseo su inexistencia. Porque por mi gran culpa fue que sucedió tan macabro crimen y mi alma estaría condenada para siempre. Porque me dejé llevar por uno de los siete pecados capitales: el pecado de la ira.  

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